reluce naranja el verbo, la alianza al dedo,
sobrecargado de todos los principios.
supura bajo sus uñas el recuerdo de un olvido.
sin ventanas se escurre mocoscuro el rio
por debajo de un barco de rumbo incierto,
el mismo en el que no vamos todos
sino unos cuantos turistas japoneses.
tú, un poco gorgona y tan domingo soleado,
entrelazas gatunamente la espuma y el deseo,
tejiendo impenetrables hormigueros de brocado.
una aurora de ojos grises se pasea a destiempo
desfila escueta entre los expedientes apilados,
besa el anillo del profeta de los perros,
y abre paso entre la turba que admira,
con monacal reverencia, sus abultadas nalgas.
sobrecargado de todos los principios.
supura bajo sus uñas el recuerdo de un olvido.
sin ventanas se escurre mocoscuro el rio
por debajo de un barco de rumbo incierto,
el mismo en el que no vamos todos
sino unos cuantos turistas japoneses.
tú, un poco gorgona y tan domingo soleado,
entrelazas gatunamente la espuma y el deseo,
tejiendo impenetrables hormigueros de brocado.
una aurora de ojos grises se pasea a destiempo
desfila escueta entre los expedientes apilados,
besa el anillo del profeta de los perros,
y abre paso entre la turba que admira,
con monacal reverencia, sus abultadas nalgas.
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