En un rincón de Congo Square luce su sonrisa de cristal y hojalata que baila inebriante entre una palabra y un suspiro. Él no se sabe poeta, pero cada plátano y cada roble lo sabe y el viejo sauce detrás del banco se curva para escucharlo mejor.
En un rincón de Congo Square, buscando entre las piedras las monedas que llevan a su boca el pan de cada día, él sueña, entre cigarro y cigarro, de un huracán que lo lleve muy lejos, con estertores de trompeta de pájaro y murmullos de mar brava, más allá del barrio francés y del sector americano
En un rincón de Congo Square que el Sol no alcanza a tocar por mucho que se estire, como un Diógenes al revés, allí, en aquél ágora de los que no tienen polis, con mirada de perro herido e inocencia machacada de niño pobre, me contaba un hombre ingenuo que había oído hablar de un país donde un color valía lo mismo que otro,
y que resultaba ser el mío.